jueves, 1 de julio de 2010

Fuego en Nordland: Capitulo 2

Fuego en Nordland

Capitulo 2: La Yegua Gris

Estaban exhaustos, llevaban tres días a marcha forzada, desde el crepúsculo hasta el ocaso, andaban, sin parar, la primera noche al raso fue agitada, las hogueras atrajeron a bestias y alimañas, fueron eliminadas rápidamente, al fin y al cabo, eran soldados, no una caravana de mercaderes.
- Ha habido alguna baja?- eso era lo que preocupaba a Erik, no podía contar con la milicia ciudadana para reemplazos, ni disponía de hombres a los que reclutar, no recibiría ayuda hasta llegar a La Yegua Gris, o llegar a otra ciudad, para que le ayudasen a sofocar la rebelión.
-Seis bajas ,señor- respondió Hrork- Cuatro exploradores y dos espadachines, aunque sólo hemos encontrado tres cadáveres.
-A partir de ahora no habrá más hogueras.- ordenó- Díselo a los hombres.
El segundo día transcurrió tan monótono cómo el primero, con la única diferencia de que consiguieron abatir un par de ciervos junto al río, hicieron hogueras, pero de día, no querían volver a sufrir un encuentro inoportuno. Al caer la noche pararon, la mitad de los hombres no durmieron, tenían miedo de ser los siguientes, aquella noche no hubo palabras de consuelo junto al calor y la luz del fuego, todos habían asumido que no estarían tranquilos hasta llegar a La Yegua Gris, o hubieran muerto…
El tercer día, amanecieron con esperanza, a mediodía deberían alcanzar la posada.
La Yegua Gris se alzaba ante ellos, una posada, resultaba casi irónico, era prácticamente una guarnición militar, con su foso, su puente, sus muros…Era un bastión en medio del bosque, preparada para alojar perfectamente una compañía entera, había permanentemente alrededor de treinta hombres, todos excombatientes, algunos incluso habían servido bajo la bandera del conde, otros en la milicia de la ciudad, incluso el dueño, que había sido cazador de brujas, él, junto a otros hombres de los cuales los que quedaban vivos, Vivian en la posada, habían participado en la purga.
Los peligros del bosque acechaban a la yegua, tenían el puente subido, bajaron el puente al comprobar el estandarte de la casa de Greiff, y ver que todos lucían uniforme estatal, después le explicaron al barón que habían sufrido ataques de varias manadas de gors y ungors, incluso habían avistado un par de minotauros, al parecer el caos estaba creciendo desde hacía un par de semanas, los bosques ya no eran seguros.
Nada mas entrar les fueron adjudicados pabellones, aquello era como los cuarteles de la ciudad, literas, rancho para comer, alojamiento espartano… Hasta que no repartieron la cena no vieron al dueño, Kramer.
Medía cerca del metro noventa, tenia los ojos negros cómo el carbón, llevaba el pelo por los hombros, era una mezcla entre negro y gris, debida a las canas, empezó a combatir con dieciocho años, ahora pasaba del medio siglo y aún seguía en plena forma, nunca había dejado de combatir, en sus muchos años de combate había cosechado gran numero de cicatrices, un arañazo que le iba desde el hombro izquierdo hasta casi la cintura en la parte derecha, varias cicatrices pequeñas en manos y brazos, una marca de mordisco en el hombro, una media luna que iba desde el ojos hasta el labio, y le faltaba el lóbulo de la oreja izquierda. Vestía un abrigo raído, una botas altas, pantalones de cuero, llevaba una espada colgada a un lado, y dos pistolas cebadas en el cinto, junto a una daga en la parte trasera del cinturón.
Se sintieron intrigados, así que le preguntaron a Hrork si sabia algo sobre él y la purga, a lo que respondió:
“Os voy a contar lo que sucedió ahora hace ya diez años, cuando la purga llegó a la ciudad…”

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